Estaba de
camino de regreso a casa cuando me encontré con un anciano que llevaba un
tronco en el hombro. No sabía qué hacer, si correr en sentido contrario o
quedarme parado y esperar que se pierda de vista, que hacia un anciano cargando
un tronco a altas horas de la noche en un lugar donde no hay ni un animal que
te pueda gruñir. Solamente la luna llena como única compañera de viaje y de
pronto me encuentro con anciano que a duras penas caminaba apoyándose en un palo
como bastón. Que más daba, era un anciano, pero si me retrasaba estaba seguro
que el aguacero que venía atrás me alcanzaría y no lograría pasar la quebrada
de las almas a oscuras.
Me paré,
estaba consiente se mis opciones, quizás si lograba desviarme por un camino diferente
y así adelantarme, tendría que arriesgarme a muchas cosas en el camino. De repente
sentí una escalofriante ventisca, se me erizaron los bellos, volteé a mirar detrás
de mí, sentí un escalofrió recorrer mi cuerpo, que era aquella sensación
espantosa.
—buenas noches joven, que hace por este lugar
desolado, y a estas horas.
Me quede
petrificado de la impresión, no me había dado cuenta que el anciano se me había
acercado.
—¿está usted
bien? —preguntó el anciano—no podía responder, por lo extraño que sea, sentía un
alivio que el vejete estuviera allí.
—buenas
noches señor..............