Estaba dando vueltas por todas las
manzanas de la ciudad en busca de que alguien le solicitara sus
servicios de taxista, lamentablemente no encontraba la oportunidad de
presentarse en el momento exacto ya que siempre había alguien quién les
arrebataba a los clientes potenciales. Pero se alegraba al ver su reloj,
trabajar de madrugada le había dejado buenas ganancias puesto que las tarifas
siempre era el doble y en algunas ocasiones cobraba una buena suma más. Ya
pasados las veintitrés horas, la competencia empezaba a disminuir y la
tarifa a aumentar. Sabía que esas dos variables eran inversamente
proporcionales así que tenía que esperar una hora más para que pudiera ver sus
primeras ganancias. Trataba de generar algo que pudiera al menos cubrir el
consumo de combustible de la jornada, pero al parecer no era su día.
Eran las tres de la madruga y
ya había hecho unas cuantas carreras a zonas residenciales. Pues
ese destino era el primero de entre sus favoritos que siempre le ponía
contento. en fin, creyó que no era una noche mala como lo pensaba.
manejaba por una calle cuando una señora
con sus dos pequeños le hicieron las señas para que se detuviese. La madre se
acercó a la ventana y pregunto el costo de la carrera, no era una zona muy
conocida por él, pero le aseguro pagarle bien acto que le motivo a
aceptar.
Ya que no conocía la zona se limitó a que
la señora le indicara la ruta, habían llegado a la entrada de un cementerio y
la pista seguía por el centro. Al leer el letrero de la entrada se detuvo, al
parecer había llegado a uno de los mesenterios más comentados por sus colegas, no por lo extenso que era sino por las cosas extrañas que pasaba. Se limitó a
decirle a la señora que no entraría adentro, pero esta se negó a pagarle así
que no tuvo más remedio que seguir. Habiendo dejado a la señora, no tuvo otra opción que cruzar el cementerio ya que era la única ruta. Estaba en medio del
cementerio cuando el motor del coche se apagó repentinamente así que para mala
suerte hasta las luces delanteros se habían apagado, bajo con temor y reviso el
coche alumbrado con la linterna de su celular. Estando todo en orden para su
alivio el motor ya estaba en marcha. Estaba aún a unos metros de salir del
cementerio cuando de repente vio de reojo que algo estaba en el asiento
trasero. Echó una mirada y se llevó un susto al ver por un instante a una mujer
sentado de aspecto horrible, en un estado de descomposición, había acelerado tanto que al estar tan
lejos aún mantenía la imagen de su putrefacto rostro de aquella mujer.
Esta es una historia recopilada, que
él mismo contó en un programa de radio.